Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Karacho y otras exportaciones españolas

miércoles, 31 de agosto de 2011

Karacho y otras exportaciones españolas

¿A que no saben ustedes qué es una camisada? ¿No? Pues no se preocupen, que la Real Academia tampoco lo sabe, o por lo menos no incluye dicho vocablo en su Diccionario. Ni siquiera aparece en el Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Covarrubias, el más simpático de los Consultores del Santo Oficio de la Inquisición y el más ameno de los lexicógrafos. Covarrubias discurre, muy docto, sobre la voz camisa, y dice cosas como «Saltar en camisa, quando la prisa no da lugar a vestirse, como les acontece a los que tratan con mugeres casadas y sobreviene de repente el marido. Estar la muger con su camisa, estar con su regla o menstruo, porque no la ha de mudar hasta que de todo se le aya acabado la purgación; y las que por muy limpias lo han hecho, les ha costado caro y a muchas la vida». Pero de camisada, nada.

Nosotros mismos tampoco conocíamos la palabra hasta hace una hora, en que hojeando el Oxford English Dictionary en busca de otro término nos topamos con camisado (otras veces escrito camisade, y aun cammassado), substantivo inglés arcaico definido como ataque nocturno en el que los asaltantes llevaban una camisa por encima de la armadura para reconocerse entre ellos. Su uso en lengua inglesa aparece documentado por primera vez en 1548. Y viene, según el citado diccionario, de la palabra española camisada. Tras la búsqueda infructuosa arriba relatada, espíritus menos concienzudos que el nuestro habrían llegado a dos conclusiones. Primera, que los filólogos británicos eran unos estafadores. Segunda, que si no lo eran porque camisada subsistía arrumbada en algún limbo lingüístico, entonces la etimología confirmaba el viejo lugar común de que España sólo ha exportado a lenguas extranjeras vocablos bélicos o políticos, siempre algo truculentos. Ambas conclusiones habrían sido falsas. Al cabo de un rato más de investigación —y ya escrito el primer párrafo de este artículo— encontramos la dichosa voz castellana, madre de la inglesa. Viene en todos los diccionarios y con la misma acepción que en inglés, pero bajo la forma de encamisada, que Covarrubias define como «el santiago que se da en los enemigos de noche, cogiéndolos de rebato; y porque se conozcan los que van a dar el assalto y se distingan de los enemigos llevan encima de las armas unas camisas». Así es que dejamos sin corregir el comienzo de este ensayo, como advertencia contra la ligereza, propia y de extraños.

La otra ligereza, muy común, es el sofisma según el cual las lenguas modernas sólo han tomado del español términos con resonancias políticas o guerreras negativas. Es cierto que en inglés se usa desde 1610 desperado (por aventurero desesperado) y en francés desde el siglo XVI désespérade (por acción desesperada) y que ambos son préstamos del castellano. Que en inglés se empezó en 1641 a decir junto (por camarilla) y en francés junte (por consejo o asamblea, sin matiz peyorativo) desde fines del siglo XVI. Que el hispanismo pronunciamiento se emplea en Francia desde 1838 y en la Gran Bretaña desde 1843. Que todo el mundo tradujo, adoptó y sigue usando desde hace casi medio siglo la expresión quinta columna, acuñada durante nuestra última guerra civil cuando el general Mola afirmó que además de cuatro columnas de fuerzas militares que convergían para tomar Madrid existía en el interior de la capital una quinta columna de simpatizantes. Esa expresión y el no pasarán fueron muy apreciados en el extranjero, donde, sin embargo, a nadie se le ocurrió la réplica evidente a la última expresión citada: Pues ya hemos pasado, que puso de moda Celia Gámez en una copla hacia 1940. También es verdad que el principal legado lingüístico de nuestra guerra de la Independencia es la voz guerrilla, aceptada en todos los idiomas para designar un tipo de guerra cada día más frecuente y más atroz. Todo eso es cierto, pero sin mayor importancia. En una reducción ad absurdum podríamos estremecernos de masoquismo pensando que fuimos los españoles quienes trajimos a las lenguas europeas desde el Caribe la palabra caníbal.

Pero, claro está, son cientos los términos españoles de muy diversa laya que hoy circulan en docenas de lenguas extranjeras, y los hay torvos y afables, sórdidos y bucólicos, villanos y nobles. No vamos aquí a hacer una apología de nuestras exportaciones léxicas, pero sí a señalar una jovial, aunque poco conocida. Es como para enorgullecemos del genio impetuoso y fértil del castellano. En algo parecido estaría pensando Ortega y Gasset cuando dijo que el pensador debía acercarse a las ideas «con viril afán taladrador». Así parece que se ha acercado el castellano, incontinenti, a Europa. Porque ¿a que tampoco saben ustedes cómo se dice en alemán ir con velocidad, hacer algo con ímpetu? Pues se dice con Karacho. Es expresión nada zafia. Y comprenderán ustedes que viene del español si les recordamos que en alemán la che se pronuncia como la jota española.


(Este artículo se publicó en el ABC del 26 de Octubre de 1985, y fue recogido en los libros El Guirigay Nacional (1988) y El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy (2005))



Bibliografía de El Guirigay Nacional. Ensayos sobre el habla de hoy
Bibliografía del Marqués de Tamarón
(c) Marqués de Tamarón 2008

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