Marqués de Tamarón || Santiago de Mora Figueroa Marqués de Tamarón: Prólogo a “La muerte. El final de los tiempos II” / 2

viernes, 11 de julio de 2008

Prólogo a “La muerte. El final de los tiempos II” / 2

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La acción, como en toda buena novela, tiene un ritmo juvenil. No se ve entorpecida en ningún momento por el hondo trasfondo filosófico o religioso. Es curioso que un novelista tan cristiano como Esparza invente un mundo enteramente nuevo, e incluso una religión post-cristiana, aunque cabe suponer que el culto a la Madre es una primera etapa en el regreso al cristianismo. Bien mirado, más curioso aún es que otro escritor muy católico, Tolkien, inventase otro mundo de arriba abajo, hasta con lengua propia, pero sin ninguna religión, más que unos leves ecos marianos y celestiales al final. Por cierto que Tolkien, con su gran lucha entre el Bien y el Mal, no es del todo ajeno al mundo de Esparza, aunque el mayor influjo literario y político en El final de los tiempos sea, a mi entender, Ernst Jünger. Me refiero al Jünger de Sobre los acantilados de mármol y demás novelas entre utópicas y distópicas. A veces piensa el lector de La Muerte que Esparza, con su philosophia perennis y su amor gozoso por la aventura, es una mezcla de Jünger y Tintin, hasta que cae uno en la cuenta de que eso sería una tautología, puesto que el propio Jünger es una mezcla de Jünger y Tintin. Aunque Esparza dice que no, que Jünger es una mezcla de Goethe y Tintin, y uno le replica que de dónde viene entonces el lado guerrero, y dónde nos dejamos a Hölderlin y a Nietzsche, y la cuenta telefónica es astronómica, ya que Esparza es polémico y culto y simpático…

Continúa...
Marqués de Tamarón 2008